Comunicándose con la ISS
La Estación Espacial Internacional, International Space Station (ISS) en inglés, es una nave espacial situada a una altura de 400 km de la Tierra y está continuamente girando a nuestro alrededor. Esta estación espacial está siempre tripulada por Astronautas de diferentes paises.
La ISS es la única estación espacial operativa (por ahora) y fue construida gracias a la colaboración de cinco agencias espaciales: NASA (Estados Unidos), Roscosmos (Rusia), JAXA (Japón), ESA (Europa), y la CSA (Canadá).
En esta estación espacial se encuentran diferentes instalaciones destinadas a la investigación y experimentación. Uno de sus principales propósitos es realizar experimentos relacionados con vuelos espaciales de larga duración, lo cual nos permitirá viajar en un futuro al Planeta Marte.
La Estación Espacial Internacional vuela a 400 km de altura a una velocidad media de 28.800 km/h, solo tarda unos 90 minutos en dar una vuelta completa a la Tierra. Esto significa que la ISS da 16 vueltas completas a la Tierra durante un día, que son 5.840 vueltas en un año. Por tanto, los astronautas que trabajan y viven en la ISS puede ver amanecer y anochecer 16 veces cada día.
A través del rastreador desarrollado por la Agencia Espacial Europea, podemos ver dónde está la Estación Espacial en cada momento. Cuando la ISS pasa por encima de nuestra localización la podemos ver con nuestros propios ojos, mirando hacia arriba, tal y como hacemos con la Luna.
Pincha aquí para ver el rastreador de la ISS.
La Estación Espacial Internacional (ISS) tiene una larga historia de transmisión de imágenes mediante radio. Las imágenes se transmiten a través del sistema SSTV (Slow Scan Television), utilizando las estaciones de radio de ARISS.
Las siglas ARISS hacen referencia a la organización de radio amateur en la estación espacial internacional (Amateur Radio on the International Space Station). Es una red de radio amateur que cuenta con una radio HAM instalada en uno de los módulos de la ISS. HAM es un término americano para referirse a instalaciones de radio. Esto es básicamente un transreceptor (sistema que es capaz de trasmitir y recibir información), que opera en las frecuencias de radio amateur, frecuencias especiales que están disponibles para disfrutar de la radio-afición.
Un ordenador con un software espacial, conectado a esta radio, es el que codifica la imagen en un audio, y la radio trasmite este audio a la Tierra, como una señal de radio FM; tal y como hacen las emisoras comerciales. La ISS tiene una serie de antenas de radio para comunicarse con la Tierra, enviando todo tipo de información a través de la frecuencia 145.800 MHz. Estas señales pueden ser captadas desde la Tierra cuando la ISS está por encima de nuestra localización.
La ISS organiza transmisiones de imágenes para eventos mundiales, cada uno de varios días de duración, donde personas de todo el mundo sintonizan sus radios a la ISS e intentan recibir las imágenes.
Por lo general, una imagen se transmite continuamente durante aproximadamente dos minutos, con dos minutos de silencio antes de que comience la siguiente imagen. La ISS tarda unos 10 minutos en volar de horizonte a horizonte. Esto significa que alguien que está en una determinada posición en la Tierra, puede recibir la señal de radio durante 10 minutos.
Puedes encontrar ejemplos de cómo son las imágenes SSTV en la Galería de ARISS . Aquí puedes ver un ejemplo.
Mensajes solo de ida. Voyager I y II
Las naves espaciales Voyager 1 y Voyager 2 fueron lanzadas desde la Tierra en 1977. Su misión fue explorar Júpiter, Saturno y planetas que se encuentran más allá de nuestro sistema solar. Esta fue una gran hazaña. Ningún objeto hecho en el pasado por el ser humano, había intentado un viaje como éste.
Las dos naves espaciales tomaron decenas de miles de imágenes de Júpiter y Saturno. Las imágenes del Voyager 1 y 2 nos permitieron ver muchas cosas por primera vez. Por ejemplo, ellos capturaron fotos a detalle de las nubes y tormentas de Júpiter, y la estructura de los anillos de Saturno.
Voyager 1 y 2 también descubrieron volcanes activos en Io, una de las lunas de Júpiter, hicieron medidas más precisas sobre las características físicas de Ganímedes (satélite de mayor tamaño que orbita alrededor de Júpiter) y mucho más. Voyager 2 también tomó imágenes de Urano y Neptuno. En conjunto, la misión Voyager descubrió 22 lunas.
Desde entonces, estas astronaves continúan su viaje alejándose de nosotros. Voyager 1 y 2 están ahora tan lejos que han llegado al espacio interestelar--la región entre las estrellas. Ninguna otra nave espacial ha viajado tan lejos.
Ambas naves espaciales continúan enviando información de regreso a la Tierra. Estos datos nos ayudarán a entender acerca de las condiciones en el distante sistema solar y el espacio interestelar.
Los Voyager tienen suficiente combustible y energía para operar hasta el 2025 y más allá. Después de algún tiempo de esto, ya no podrán comunicarse con la Tierra. A menos que algo los detenga, continuarán pasando por nuevas estrellas una y otra vez por muchos miles de años.
Cada nave espacial Voyager contiene un mensaje. Ambas lleva consigo un disco de oro con escenas y sonidos de la Tierra. Los discos también contienen música y saludos en diferentes idiomas. Por lo cual, si vida inteligente encuentra alguna vez estas naves espaciales, ¡podrán saber acerca de la Tierra y de nosotros!
Pero las sondas Voyager, que tenían por misión ir más lejos de lo que nunca nadie había llegado, también escondían un regalo por si se cruzaban con alguna civilización extraterrestre; un disco de oro y platino que, a modo de cápsula del tiempo, permitirían a esos supuestos extraterrestre saber dónde estaba la Tierra y quiénes eran esos extraños seres que la poblaban. Era nuestra carta de presentación cósmica.
Para diseñarla, las mejores mentes de la NASA y de la academia estadounidense crearon un comité presidido por el mismísimo Carl Sagan de la Universidad de Cornell. El resultado fue una pieza preciosa y, a juicio de Rebecca Orchard y Sheri Wells-Jensen de la Bowling Green State University de Ohio, un galimatías inmenso que (muy probablemente) nadie sería capaz de entender.
Los famosísimos discos de oro de las Voyager contienen muchas cosas: saludos en 56 idiomas, sonidos de la Tierra (lluvia, viento, pájaros, besos, volcanes, etc.…), fórmulas químicas de los elementos más comunes de la Tierra, una grabación de una hora de las ondas cerebrales de Ann Druyan, 116 fotografías de la vida y la sociedad terrícola y música. Mucha música: desde el ‘Concierto de Brandemburgo’ de Bach a música tribal indonesia pasando por piezas de Mozart, Stravinsky o Louis Armstrong.
El problema, como dice Orchard, es que “los discos de oro son un bello artefacto y una representación de cómo los humanos queremos vernos a nosotros mismos, pero parece pensando para ser recibido e interpretado por algo que tiene las capacidades sensoriales del ser humano promedio”. Es decir, que si esos futuros alienígenas funcionan de forma distinta a nosotros, el disco dorado se convierte en algo muy confuso e imposible de escuchar.
Si quieres escuchar el contenido del disco solo tienes que hacer clic en las imágenes que aparecen bajo estas líneas y que ilustran a ambas sondas.
SETI: Unas orejas para escuchar el cosmos
El proyecto SETI nació con el artículo técnico de Giuseppe Cocconi y Philip Morrison, Searching for Interstellar Communication Nature 184: 844-846, 19 September 1959, y con él los autores revivieron y legitimaron las ideas del astrónomo Percival Lowell en el s. XIX sobre la posibilidad de vida en Marte, pero un contexto más general. Con este artículo trataron de responder a una cuestión capital a lo largo de la historia; ¿estamos solos en el Universo?
Este artículo plantea cuál debería ser la frecuencia a observar en caso de querer detectar las posibles señales que los alienígenas utilizarían para comunicar su existencia y, teniendo en cuenta que el elemento más común en el Universo es el hidrógeno, y que este emite frecuencias electromagnéticas alrededor de los 1.420 MHz, llevó a los autores a concluir que posiblemente los alienígenas que quisieran comunicar al resto de civilizaciones su propia existencia utilizarían señales con esta frecuencia. Cocconi y Morrison reconocían que su argumento era como de «ciencia ficción» pero creían firmemente que si había alguna posibilidad de que hubiera señales alienígenas de este tipo, debíamos esforzarnos en encontrarlas.
Por esas mismas fechas, otro astrofísico, Frank Drake llevaba ya medio año buscando señales alienígenas utilizando el mejor radiotelescopio del mundo dotado con un espejo de 26 metros sito en el National Radio Astronomy Observatory, NRAO y lo hacía en la misma frecuencia que la propuesta por Cocconi y Morrison, aunque él había llegado a su conclusión mucho antes, mientras aún era un estudiante de doctorado. Drake recibió permiso de sus jefes para iniciar la búsqueda, aunque bajo la promesa de mantenerlo en secreto. ¡Qué hubieran dicho en el congreso estadounidense si supieran que el observatorio estaba buscando «hombrecillos verdes»!
Frank Drake, como director del proyecto SETI y espoleado por la llamada paradoja de Fermi que afirmaba que la probabilidad de encontrar en el Universo una civilización inteligente era bajísima, propuso una ecuación, la famosa ecuación Drake, que permitiría conocer cuántas de esas civilizaciones podría haber en el Universo; un lugar donde miles de millones de planetas orbitan miles de millones de estrellas en miles de millones de galaxias. Recientemente se ha postulado que, solo en nuestra Vía Láctea, habría más de 30 civilizaciones extraterrestres con el suficiente desarrollo tecnológico como para poder comunicarse con el ser humano. Esto hacía del proyecto algo con sentido e ilusionante. Este proyecto trataría de convertir la ciencia-ficción, los hombrecillos verdes y los mundos de Star Trek y Star Wars, en realidad.
Requiem desde Arecibo y la señal Wow
El 1 de diciembre de 2020, el mundo se quedaba sordo; Big Ear, el famoso radiotelescopio de Arecibo (Puerto Rico), ha caído y con él desaparece una de las infraestructuras astronómicas más reconocibles de la historia. Esa mañana, la plataforma que contenía los instrumentos de medición de radiotelescopio; con un peso de 900 toneladas y suspendida a unos 150 metros de altura, caían sobre el plato de la antena. La razón del desastre hay que buscarla en algunos fallos estructurales que arrastraba desde hacía meses y la falta de inversión necesaria para mantenerlo.
Este radiotelescopio (RIP), por sus dimensiones, estaba diseñado para recibir señales con longitudes de onda comprendidas entre los 3 centímetros y los 6 metros, es decir, tenía una capacidad de observación que comenzaba en nuestra propia atmósfera, salía al sistema solar, se extendía a otras regiones de la Vía Láctea y llegaba hasta rincones muy remotos, a 100 millones de años luz, para detectar quásares y otras galaxias.
Sin embargo, antes de ser conocido por su colapso, Big Ear, en 1977, fue portada de todos los periódicos del mundo ya que parecía haber escuchado una señal que parecía provenir de más allá de nuestra galaxia; la famosa señal Wow!, denominación por la cual se conoce en círculos astronómicos la captación de una señal de radio que podría tener un origen extraterrestre y haber sido emitida por seres inteligentes.
Corría el 15 de agosto de 1977 a las 23:16, el radiotelescopio Big Ear recibió una señal de radio de origen desconocido durante exactamente 72 segundos proveniente de la zona oriental de la constelación de Sagitario y alcanzando una intensidad 30 veces superior al ruido de fondo; ¿algo- o alguien- estaba enviándonos un mensaje?
A día de hoy no existe una explicación clara aunque tradicionalmente se planteado tres hipótesis que parar intentar explicar el fenómeno:
- La señal proviene de una emisión de radio de un satélite artificial que atravesó esa órbita en ese instante.
- La emisión de radio fue producto de un acontecimiento astronómico de enorme potencia.
- La señal tiene su origen en una civilización avanzada tecnológicamente con un potente transmisor.
Jerry R. Ehman, el descubridor de la señal, nunca defendió el origen extraterrestre de la señal pero, claro, la prensa de aliens mandándanos mensajes desde los confines del universo era mucho mejor; sin ir más lejos en 1979, Ridley Scott estrenaría su famosa película Alien, el octavo pasajero.
Pero, volvamos a la ciencia, en palabras del propio Ehman, si la señal procediera de seres extraterretres, y de acuerdo con el artículo de Giuseppe Cocconi y Philip Morrison, la señal, gracias a su gran intensidad, debería haber sido fácil de volver a detecetar; y la buscaron más de cincuenta veces, lo que le llevó a suponer que se trataba de de una señal con origen terrestre que simplemente se reflejó en algún pedazo de basura espacial'.
Sin embargo, esta señal siempre ha despertado el interés de los científicos y, en enero de 2016 se planteó una nueva explicación. Esta hipótesis involucraba a dos cometas, 266P/Christensen y P/2008 Y2 (Gibbs), que en la época no se habían descubierto (se descubrieron durante la década de 2010) y se encontraban en aquella zona del espacio cuando se registró la señal. Según Antonio Paris, astrónomo del St. Petersburg College de Florida, se sabe que ambos cuerpos celestes liberan grandes nubes de hidrógeno cuando entran en nuestro sistema solar y reciben el impacto de la radiación solar. Esas estelas de hidrógeno habrían bastado, según el astrónomo, por sí solas para generar una lectura anómala y muy intensa en las mediciones.
Esta hipótesis es la que, a día de hoy cobra más fuerza y, de hecho, está siendo discutida por diferentes grupos de astrónomos y astrofísicos. Así que, de momento, nada de hombrecillos verdes.